miércoles, 17 de noviembre de 2010

Piedras en la charca

13 Abr 2010

Piedras en la charca

De niño, en mi pueblo extremeño, me gustaba tirar piedras en la charca por ver los círculos concéntricos que se formaban a lo largo del recorrido de la piedra. Me ponía tanto más contento cuanto más lejos llegaba la piedra rozando, casi volando, sobre el agua. A veces pensaba que poca suerte tendría el pez que sacara la cabeza en ese momento...

Aún niño me emigraron a Madrid y los veranos me iba a una represa del río Henares en la que nos bañábamos y yo, de vez en cuando, tiraba alguna de esas piedras planas y volanderas, escogidas cuidadosamente. Casi era como estar en mi pueblo.

Un verano, de 1961 acaso, al ir a la represa por primera vez en la "temporada", la encontramos rebosando de peces muertos y un olor nauseabundo que nos advirtió incluso antes de llegar a aquella que habíamos hecho nuestra piscina. Se acabaron para siempre los baños en aquel río, destruido por algún vertido asesino. Y se acabaron las piedras en la charca. Por lo menos en aquella.

Hoy me llega la noticia de que en la presa de Alange han aparecido millares de carpas (o los peces que sean) muertas. Y se me ha subido un nudo a la garganta. ¿Será que cincuenta años más tarde se estarán produciendo en el centro de Extremadura los mismos desmanes que se dieron en Madrid?

¿No habíamos quedado en que a lo mejor nos podíamos subir al carro de la modernidad sin pagar el peaje de la contaminación y el abuso? Y, last but not least, ¿No me había yo retornado a Extremadura para poder seguir tirando piedras volanderas a las charcas?.
Ya no tiraré más, no sea que mate al pobre pez que quede y que saque la cabeza para poder respirar, ya que el agua está tan espesa.

Saludos, paisanos.

2 comentarios:

  1. Esperemos que dentro de cincuenta años no veamos desde fuera de la ciudad una gran nube que la cubra, causada por la contaminación... Ni que el ruido urbano nos llegue a agobiar. Y que, ni mucho menos, dejemos de escuchar los pájaros.

    Saludos

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  2. Espiral, me temo que puede ocurrirte lo que me pasó a mí, hace cincuenta años. Eso que llaman progreso es una máquina sin freno...

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