jueves, 27 de diciembre de 2012

Sentado en una piedra, al borde de la sima...


Cuento de Navidad en la sabana (Casi en Moraleja, pero sin llegar...)
La ñu que perdió el olfato
El Masai se sentó en la piedra que se asomaba a la sima en la que el oscuro río dividía la llanura en dos a la vez que servía de morada a los reptiles sarnosos que se alimentaban de los incautos animales de la prey vegetariana que lo cruzaba cada poco. No tendría que esperar mucho para poder conseguir un buen pedazo de carne tierna que usaría para hacer biltung y aguantar durante sus largas caminatas... A aquella pobre ñu que se debatía enganchada en los cuernos del extraño animal extraviado no le quedaba mucha vida...

Connochautus taurinus
La elegante ñu, tan diferente a las demás, con sus crines color beige en vez de las negras cerdas que tenían sus colegas de rebaño adornando sus hermosos belfos, era infeliz: su nariz tan esbelta y bien dotada por natura, había perdido la sensibilidad y la finura a la hora de detectar aromas, a fuerza de ir olisqueando y devorando las flores del mal que se empeñaba en buscar cuando marchaba siempre lejos del rebaño y sus trillados caminos. Ella era otra cosa y tenía que demostrarlo cada día... 

De modo que su deteriorado olfato la engañó otra vez y se emparejó con un extraño animal que olía como un ñu de toda la vida pero que no lo era. El extraño animal la empujó hacia lugares inhóspitos y ocultos donde la ñu no pudiera hacer otra cosa que servirle a él, para separarla de su rebaño, tan extraño para sus ínfulas, y lo consiguió. Pero no pudieron evitar quedarse trabados en la infame cornamenta que ese animal soportaba, tan distinta de los elegantes cuernos de la ñu, por lo que se quedaron clavados en el fango del río, no pudiendo soportar más el peso en sus cabezas, hasta que ambos murieran tragando barro y sus propios vómitos. Se equivocó en su elección la ñu. Pero no pudo evitarlo. Aquel animal tenía encantos irresistibles para ella: era diferente y eso le importaba mucho. A lo lejos, en la sabana, dos crías de ñu llamaban sin éxito a su madre.

El Masai los descubrió debatiéndose en la sima de la que ya no saldrían. Había visto mucha estupidez el Masai en sus largas marchas por el mundo y los ñues no eran su plato favorito, excepto para hacer biltung. De modo que los dejó trabados y barritando horriblemente en el fondo de la sima. Ni siquiera le extrañó ver en medio de la sabana a un buey almizclero copulando con la ñu mientras ambos se asfixiaban. El mundo daba muchas vueltas y él mismo también había estado en Canadá...
 
Bullmoose canadiense
De modo que permaneció cayado en ristre, deteniendo su camino y al borde de la sima se sentó a esperar, tirando distraídamente piedras sobre los cuerpos que se debatían en la sima que ellos mismos habían elegido como tumba. Las gacelas de Thomson eran mucho más elegantes y no tenían esa descomunal nariz ni tanto cuerno. “Ella eligió y se equivocó...” murmuró el Masai, “que no se queje ahora. ¡Mira que confundir a un alce con un ñu!”. Se quedó esperando, que esas carnes en otoño serían buenas para orearlas. “Sic transit!” dijo el Masai, que había aprendido hasta latín en sus viajes. Hombre prevenido el Masai, que ya no se preocupaba del color de las crines...

Andrés Holgado Maestre. En Mérida (España) y Diciembre, 2012.