jueves, 1 de septiembre de 2011

Piedras y riscos: Parábola para iniciados. (Crónica de un paseo por el monte)


(Crónica de un paseo por el monte)
Tengo yo un amigo con el que me une una especial relación, que a veces ni palabras requiere, de lo bien que nos conocemos. Francisco Elchico se llama y es pastor de cabras en un Risco medio mágico que está muy cerca de dónde ambos nacimos, curiosamente el mismo día del mismo año. De ahí podría venir esa conexión tan especial.
Anda Francisco estos días preocupado porque se le ha escapado un chivino (ya medianejo) que se le escabulló saltando de peña en peña y perdiéndose en aquellas angosturas que el monte tiene. Y no cree que se haya despeñado, no, “que buenas patas tienen los hoíos” dice Francisco, aspirando esa hache de una manera que solamente por estas tierras se aspira con tanta suavidad... el aire de la dehesa debe dar ese acento tan dulce. Ya otra vez le han desparecido cabritos de la misma manera y nunca ha vuelto a aparecer, aunque algunos malpensados del pueblo cercano dicen que los han visto, pero ya crecidos y con unas barbas de cuidado. “Eso son habladurías...” dice Francisco mientras echa un cigarrino sentado en una peña.

Pero yo tengo entendido que en estos mismos valles que alrededor de estas sierras se tienden hasta dónde se pierde la vista, ya hace muchos siglos que estos chivos escapados (Azazeles les llamaban) solían volver por las noches a hacer faenas... e incluso eruditos conozco yo que dicen que una diosa pagana muy antigua (a la que se adoraba en un valle próximo) era una manifestación de ese Azazel, que los pobladores de por aquí rebautizaron como Athaecina o así. Y que ese culto estaba relacionado con el que se hacía a Baal, un becerro de oro que era otra forma que tomaba el demonio Mammon, dios de las riquezas. Lo que da de sí un cabrito perdido...
Pero, claro, estas cosas no se las puedo contar así, en frío, a mi amigo Francisco porque en seguida me suelta que desde que me fui del pueblo, hablo más raro cada vez. Con un vasino de vino delante y sentados en la taberna, en una noche neblinosa de invierno, si se lo podré contar, porque entonces si se puede hablar de historias de esas de la antigüedad...
Y por lo tanto, le he dejado que me cuente una cosa que dice que ha oído en su transistor (más de treinta años hace que se lo regalé y todavía lo tiene...) sobre unos mega-ricos (que así jura que los han llamado en la radio a esos fulanos, lo que ya le ha dado mala espina) que huelen a chamusquina griega y que, por lo visto, se les había ido la mano en unos recortes muy exagerados que habían hecho, aunque no sabía Francisco muy bien si no estarían hablando de unos recortadores portugueses que el vio una vez en la Plaza de Trujillo. No le había quedado clara la cosa -”es que cada vez hablan más raro en la radio...” y se justificaba el hombre por no poder explicármelo mejor...
Venía a decir que a alguien se le había escapado algún ganado y que ahora, estos ricos no sabían como parar a los lebreles y a los mastines que habían mandado para hacerse con el control del asunto, y que, por lo visto, andaban a dentelladas con la gente por que según el había entendido, querían acabar con el Estado de bienestar en Europa y que entonces eso era acabar con el Estado (porque Francisco no entiende mucho de tanto apellido y prefiere ir al grano) y que eso no le sonaba a él como una cosa buena.
Creo que hay hasta algún bobo que era antes chivo y ahora ha crecido, que se cree ahora perro y anda mordiendo también” reflexionaba en voz alta mi amigo el pastor, que ha visto cosas muy raras desde su Risco.
Y en esas disquisiciones nos hemos ido dando un paseo por la vereda y os aseguro que si no fuera por lo bien que conozco yo a Francisco y el mucho tiempo que hace que lo trato, no me habría enterado de nada, hasta que no leyera los periódicos. Pero cuando visito a Francisco no periódicos leo. El se encarga de iluminar con su sentido común todas las contradicciones que son para mí tan complicadas. Como el hecho de que políticos social-demócratas y demócrata-cristianos destrocen las estructuras solidarias de España y Europa, metiendo principios propios del ultra-liberalismo más individualista y feroz. ¿Cómo le explico yo esto a Francisco? Prefiero que me lo explique el a mí, y eso es lo que ha pasado. Me quedé mucho más tranquilo cuando regresé al pueblo, porque Francisco Elchico me hizo ver que importante puede ser un chivo descarriado.