jueves, 16 de diciembre de 2010

Tragedias griegas y farsas modernas.

Tragedias griegas y farsas modernas.

Comentario a las noticias sobre el suicidio de Mark Madoff y otras consideraciones

Hace unos días se conoció la noticia del ahorcamiento de uno de los hijos del financiero Madoff, que cumple 150 años de condena por robar miles de millones de dólares. En seguida, movidos por la tremenda noticia, varios comentarios se han suscitado en diversos medios. Por ejemplo, dos colaboradores del New York Times, Brooks y Collins, establecían un diálogo relacionando las dos muertes que coincidieron en el tiempo, la de Mark Madoff y la de Holbrooke, un servidor público y hombre de negocios de éxito, aunque también relacionado con sombrías páginas de la historia reciente de Estados Unidos, desde Vietnam a Afganistán. “Un drama griego de nuestros días” llamaron a ese diálogo y de ahí ha surgido el título de este comentario.

En las tragedias griegas, efectivamente, los hijos y toda la familia acostumbraba a pagar por los pecados de los padres. Las grandes obras (que a veces tenemos la suerte de disfrutar en el teatro de Mérida, cuando no las sobrecargan con escenografías gratuitas e innecesarias) de Sófocles o Eurípides están llenas de ejemplos de esa especie de “maldición divina” que hace que personas del todo inocentes sufran por lo que otros debieran pagar. Y no digo esto por Mark, que presuntamente tuvo que ver con los negocios paternos, sino por el bebé de dos años, hijo de Mark, que estaba en la habitación de al lado cuando su padre decidió huir de su responsabilidad vital. ¿Qué grado de disturbio mental puede tener una persona para actuar así? Mucha gente ha visto en todo el suceso un cierto aire de “justicia” en la medida en que el causante de tantos males a tanta gente se ve cargado en su conciencia con esa culpa adicional. La tragedia griega parece servida.

Hace unas semanas, en cambio, y desde la cárcel, Madoff se jactaba de que en realidad él no había hecho otra cosa que ayudar a sus innumerables amigos que acudían a él para traerle dinero y que se veía obligado a veces a rechazarlo. Poco menos que culpaba a la avaricia de los demás que le habrían empujado a comportarse así. Multitud de financieros “serios” de todo el mundo resultaron atrapados en esa red, que al final perdieron esa enorme cantidad de dinero (que, sencillamente y al igual que ocurre en física con la materia, no puede desaparecer) que se transformó en alguna bolsa de dinero ilegal que estará engrosando las ya existentes. Ese dinero solamente desapareció de los honestos libros contables de las entidades financieras atrapadas en el esquema de Madoff. Y aquí empieza la farsa.

Las entidades se vieron en dificultades y acuden a los Gobiernos que, solícitos y preocupados por las posibles consecuencias de una debacle del sistema financiero, prestan o compran activos dudosos a las dichosas entidades. La crisis se desata y los gastos sociales derivados de ella aumentan, de modo que los Gobiernos tienen que aumentar su deuda, con dinero “prestado” por las mismas entidades anteriores. Las dudas hacen subir el coste de esa deuda, los recortes de las políticas sociales aparecen como “la única solución razonable” y aquí estamos: pagando todos, millones y millones de personas en todo el mundo, las culpas de ese financiero ejemplar que está mejor en la cárcel que en su casa.

Esta pudiera ser la causa original (el pecado original, cabría decir, ya puestos) de la crisis del mundo “occidental” (el de los clientes de Madoff) por más que luego se complicara especialmente en unos u otros países como consecuencia de sus propias debilidades estructurales o desajustes coyunturales que tanto juego dan para los análisis de los tertulianos todo terreno que abundan en todas partes.

Hay mucha farsa encubierta entre tanto probo financiero y tanto competente analista para llenar de palabras vacías estas realidades y, de paso, arrimar el ascua a sus sardinas, ávidas de toda avaricia y sin límite moral o legal que los sujete. Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del ultraliberalismo desenfrenado, que acabará estrellándose contra sus propias contradicciones. Que Madoff y sus amigos paguen lo que deben y dejen al mundo vivir y trabajar en paz.