sábado, 26 de febrero de 2011

Piedra en el muro

Piedra en el muro
 
(Sobre los uniformes escolares)

Prietas las filas, recias, marciales
Nuestras escuadras van
Cara al mañana, que nos promete
Patria, justicia y pan. (1)

(1) En otras versiones, paz, pero esto no es esencial en el contexto que nos ocupa...)

El trozo de himno que antecede, que como saben los viejos del lugar pertenece a unas canciones que cantábamos todos en los años cincuenta, fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando una amiga me preguntó mi opinión sobre el uniforme en la escuela. Tema peliagudo este de los uniformes en las escuelas públicas. Porque en las privadas no hay caso: existe y punto; se da como un hecho dado y consumado, que forma parte usualmente del “ideario del Centro” y que se acepta como tal por los padres sin debate alguno: lo toman o lo dejan. Es pues un ejercicio de libertad. Este es el quid de la cuestión, la libertad.

Y la libertad se cede, en los centros privados, de forma absoluta. Se alega que el uniforme tiene carácter didáctico en tanto que evita la discriminación entre niveles de riqueza (y por tanto de vestimenta o de ostentación) entre los alumnos, pero la realidad es que se constituye en un elemento diferenciador del propio centro y un elemento de identidad grupal de los alumnos respecto de los “otros” niños no uniformados (o uniformados de otra forma). No es un elemento nivelador en ningún caso sino diferenciador, es un signo de pertenencia a una tribu determinada. Y esto es así aún en grado mayor cuando el uniformado tiene carácter general como ocurre, por ejemplo, en Japón o China (sistemas feudales y serviles ambos aunque uno se proclame democracia liberal y otro dictadura proletaria).

Todo lo que se oponga a la libertad es intrínsecamente perverso (como los niños...) pero la libertad es tan irrenunciable como imposible: Sin represión no habría cultura, según San Freud. Nada que hacer, entonces. La escuela es un institución cerrada (aunque lo disimule) y por tanto tiende a ejercer su poder formativo en un modo u otro. Su misión es uniformar; de ahí sale hasta el lenguaje. El niño necesita seguridad y la uniformidad es un factor que favorece ese aspecto: soy igual a los demás, al menos en esto. El aprendizaje de la libertad, como el de otros valores superiores, no pertenece a la escuela ni puede impartirse prematuramente.

Si las apetencias de poder de los “formadores” se calman imponiendo el uniforme, bienvenido sea. Pero hay que mantener la vigilancia: el poder tiende a no limitarse (por eso puede y por eso caen  los dictadores  - que creen que su poder no tiene límites -  con tanta facilidad en las psicopatías). Escuela, Iglesia, Ejercito, Cárcel, Sociedad al fin, son contenedores de la libertad humana. Lo único que podemos intentar es hacer esos contenedores más flexibles y agradables. Esa es la tensión necesaria de la libertad frente a la necesidad y ese es el legado que se puede dejar a nuestros hijos: el anhelo de la libertad.

Empezamos con un canto franquista y otro canto, de otra escuela, dice:

       Daddy's flown across the ocean                    Papá se fue cruzando el océano
      Leaving just a memory                                   Dejando sólo el recuerdo
Snapshot in the family album                                Fotos en el album familiar
       Daddy what else did you leave for me?        .          ¿Papá, qué más me has dejado?
Daddy, what'd'ja leave behind for me?!?            ¿Papá...!¿Qué has dejado para mí?
                All in all it was just a brick in the wall.               Al final solamente era un ladrillo en el muro 
All in all it was all just a brick in the wall.    Todo lo que era: un ladrillo más en el muro
"A Brick in the Wall" Part 1 (Waters) Traducción libre; ponedle la música  de Pink Floyd y gana mucho... Os incluyo un enlace que servirá:
http://www.youtube.com/watch?v=VZbM_MIz4RM

Me temo que no  le contesté claramente  a mi amiga, pero quiero pensar que no hay respuestas claras. Yo al menos no las tengo. El caso de la escuela en  Cataluña, por ejemplo, me hace pensar en lo coercitiva que puede ser la institución para muchas (todas) las personas. ¿Qué hacemos con los uniformes entonces, sino banderas?

Andrés Holgado Maestre

Julio, 2010

lunes, 21 de febrero de 2011

Piedras de Molino (2)

Encrucijadas siempre...

La historia anterior, "Piedras de Molino", trataba sobre un cruce en el que parece que se producen energías raras y la experimenté, como contaba, hace quince o dieciséis años. Me volvió a la memoria recientemente, en uno de esos procesos que los científicos llaman sinápticos y de los que tan poco sabemos (como de tantas otras cosas en las que la humanidad está aún en los albores del conocimiento) con una fuerza que no alcanzaba a entender. No fue para mí un suceso tan extraordinario en su momento y era raro que hubiera vuelto a hacerse presente con tanta fuerza. Hasta que decidí escribirlo, pensando que así descargaría esa tensión imaginaria. Y así pareció ocurrir. Me quedé muy tranquilo cuando lo escribí y la única duda que me quedó fue si debía hacer público el relato, con las facilidades que dan las nuevas tecnologías y arriesgando de alguna manera el escaso crédito que uno pudiera tener como comentarista “serio”, o dejarlo como había estado hasta ahora, reducido al entorno familiar o de amigos cercanos. Decidí publicarlo y ya explique en el relato anterior las razones.
Misión Espada
Pero esa misma noche, después de escuchar en estos días a atribulados presidentes todavía perplejos porque ni ellos ni “los mil doscientos economistas mejores del mundo, que trabajan para el FMI...” hubieran percibido la gravedad de la crisis global, y cuando estaba en ese estado especial que a veces tenemos y que se llama duermevela, caí en la cuenta de repente de que el relato pudiera tener una carga metafórica que se me había escapado antes y que pudiera estar en la base de esa resistencia a quedarse en el baúl de los recuerdos que uno lleva consigo. Y me puse a soñar.
Y soñé que ese cruce tan mal diseñado era una metáfora de todos los cruces, de todas las encrucijadas, de todas las crisis. Y que esa calle larga, sin salidas, mal iluminada y estrecha, que se llama Villamain me recordaba hasta en el nombre la “Main Street USA” de Disneylandia, que pretende ser la calle mayor de cualquier pueblo del mundo. Villamain, como la sociedad civil, avanza contenida entre dos límites: a la izquierda, el arrecife del tren, unas vías que están más altas que la calle y por las que cuando, de vez en cuando, pasa un tren, solo se percibe el estruendo sin que podamos saber que carga llevan. Por la derecha, en cambio, Villamain limita con el bosque, las praderas y la acequia que forman parte del parque nacional, federal, ojo, no estatal de Tejas, sino estatal de Estados Unidos, que es quien cuida de las Misiones, como patrimonio nacional que son. Y de repente, Villamain llega a un punto en que se encuentra una intersección en la que la dirección tranquila que llevaba no puede seguir; una encrucijada que exige un decisión. Un cruce. Una crisis.
Y soñé que por esa vía más alta que la calle, esos trenes enormes circulando, con doscientos vagones, y que solamente pueden ir por donde las vías les dicten, con una inercia imparable y sin más ley que la fuerza, ciegos a lo que no sea su destino, eran esos “mercados” de los que tanto se habla y nadie quiere saber y a los que se atribuye la misma terquedad inmutable: arrastrar cualquier cosa que se les ponga por delante.
Y soñé en la desesperación que produce uno de esos trenes, corriendo por un nivel superior al de tu calle, la de la gente corriente, y sin que puedas evitar oír el infernal traqueteo de los metales chocando entre sí. Y lo que debe sentirse si estás atrapado en su camino y no hay salidas.
Pensé entonces en las sinceras palabras de los atribulados presidentes, queriendo salir de esta crisis, uno con informes económicos ortodoxos e infumables, otro proponiendo “ganar el futuro” y echando mano de la ilusión y el orgullo por el estado de su nación, con mensajes más mágicos que racionales. ¿Cuál de ellos prosperará? ¿Qué mensaje calará en la gente de Villamain?
Y pensé que si los mejores economistas, usando las mejores herramientas del pensamiento racional “científico” no habían servido para detectar los peligros, ¿Por qué habrían de tener razón ahora? Que se sepa, en el FMI solo dimitió el jefe, y para uno que dimite, no lo vamos a culpar... Todo esto tendría que explicarse: A lo mejor, como decía la verbenera Mae West de las chicas buenas, que van al cielo, mientras que las malas van a todas partes, los mejores economistas están en el FMI, y los buenos están en las universidades, los bancos centrales y en otras reservas, pero a lo peor los malos economistas, pero más listos y poderosos, están en todos los demás sitios ( y ahí siguen ) incluyendo agencias y bancos y otros madoffs, desviviéndose para aumentar los crecimientos y sus beneficios.
Porque el informe del FMI del que hablamos y que honra a quién lo publica (y más a quién lo lea y extraiga las consecuencias) viene a decir que hay un problema estructural que posibilita la existencia de un “pensamiento uniforme establecido” que impide el progreso de los enfoques críticos con el poder, de un pensamiento jerarquizado y sometido al poder, incluso aunque este no lo exija, pues los especialistas han de auto-censurarse por miedo al ostracismo. Eso es lo que pasaba en el FMI. Pasaba, claro, ya no pasa, aunque no se dice cómo lo han resuelto. Y sólo pasaría en el FMI, por supuesto; y sólo a los economistas les pasa, por supuesto. En otras instituciones (decídselo a Giordano Bruno) o en otras profesiones (mirad los Santos Inocentes) estas sumisiones no se dan, solo faltaría...
Y seguí soñando: de modo que si el pensamiento único y uniforme no nos sirve para encontrar la verdad y el pensamiento crítico está muerto: ¿tendrían que salvarnos los viejos espíritus, aquellos que se malograron en tantas crisis mal resueltas del pasado? ¿Tendrían que venir a echarnos una mano algunos muertos que acaso estén mal enterrados? ¿No habremos decidido demasiado pronto, en Occidente y desde la caída del muro, que el Estado no debe influir en la economía, y que los mercados (con su mano invisible...) son a los que nos debemos someter?
Cuando el pensamiento único y uniforme nos hace estériles ¿Podría el pensamiento mágico o lateral echarnos una mano? Mi respuesta, mi sueño, es que sí. Prefiero las inaprensibles manos de aquellos niños que la no menos mítica e “invisible mano” de los mercados, que tales bofetadas suelta. Aquellas manitas no hacen daño a nadie y esta última está destrozando la esperanza de millones de personas.
Puerta, imperfecta,
de entrada (o salida)
de la Misión Espada
Y recordad, queridos niños, la salida del horrible cruce de San Antonio se hace hacia la izquierda, hacia la calle de Shane, nombre que me trae a la memoria al niño que renuncia a ser pistolero en la película “Raíces profundas”. Raíces tan profundas como las que dejo nuestra cultura en aquellas piedras de Tejas. Pero eso será otra historia...
Y recordad, queridos niños, la calle Shane está en ligera cuesta arriba. Costará trabajo salir, pero si se intenta salir del atolladero hacia la derecha, a los verdes campos de la libertad sin límites, tendremos que atravesar vericuetos desconocidos y encima, iremos a parar a la acequia, con cuatro fornidos agentes que nos lo pondrán difícil por invadir la sacro-santa propiedad del Estado.

De modo que por la izquierda y con la ayuda de los buenos espíritus. Que así sea.

Porque así será. Porque no hay más salida permanente que la razón y nunca la fuerza se impondrá para siempre.

Andrés Holgado Maestre
En Mérida (España) y Febrero, 2011.

lunes, 14 de febrero de 2011

Regalo al mundo; San Valentín, no, gracias.

¿San Valentín? No, gracias, prefiero a Silvio

La fiesta esta medio bastarda que dice que hay que regalar algo a quien sea siempre me ha parecido un poco cuento. Puestos a regalar a todos los enamorados del mundo, propongo esta canción, palabra más, tilde menos, que recuerdo y que escribió el patriarca cubano de la lengua española, Silvio Rodríquez. Dice así:

Te doy una canción

Como gasto papeles recordándote
Como me haces hablar en el silencio
Como no te me quitas de las ganas
Aunque nadie me vea nunca contigo

Y como pasa el tiempo
que de pronto son años
sin pasar tu por mí, detenida

Te doy una canción y abro una puerta
y de las sombras sales tú
Te doy una canción de madrugada
cuando más quiero tu luz

Te doy una canción cuando amanece
el misterio de tu voz
Y si no me amaneces, no me importa
Yo te doy una canción

Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho a hablar
Te doy una canción con mis dos manos
con las mismas de matar

te doy una canción y digo patria
y sigo hablando para ti
Te doy una canción como un disparo
una caricia, una guerrilla

Como doy el amor.

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Lo dicho, esto es amor y el que sufrió lo sabe.
Ahora, vas, y lo cascas...

Andrés Holgado Maestre, en Mérida y Febrero, 2011

domingo, 13 de febrero de 2011

Piedras en su tejado

El FMI acaba de publicar una evaluación de su desempeño entre 2004 y 2007 que no tiene desperdicio. Afirma que la jerarquización de un pensamiento uniforme hace que no puedan avanzar las opiniones críticas o discrepantes con la "corriente principal" y que ello hizo imposible que se detectara, antes al contrario, la existencia de una crisis en ciernes que se produjo justo al final de ese año pero que se venía gestando desde mucho antes; lo de Madoff es el exponente de que unas regulaciones inexistentes podrían provocar la catastrófe que ocurrió.
El Director del FMI de ese período dimitió (nadie ha dicho nunca que fuera por impotencia para dirigir la institución) pero que se sepa nadie más lo hizo: la prácticas denunciadas deben seguirse dando. ¿O es que alguien piensa que la sumisión es exclusiva del FMI y de los economistas?
Humildemente, yo me atreví a criticar en junio de 2010 algunas exageraciones de uno de los brillantes pero confusos economistas ultraliberales que forman el núcleo pricipal del pensamiento económico actual (puede verse el texto completo en "Piedras en la vía" en este blog) y aunque terminaba diciendo que

"Nada les detiene a la hora de arrimar el ascua a su sardina y ocultar los mecanismos verdaderamente responsables (...)que los mantienen, a esos economistas y a otros servidores de ideas de segunda mano) en sus suculentas nóminas (...) y, sobre todo, a quiénes pretenden engañar, con tanto aparato econométrico, tanta tasa y tanto índice y tanto número que pretende aparentar verdad donde solamente existe imagen? Todos los responsables de este absoluto descontrol que ha creado la especulación y el latrocinio masivo de los grandes capitales financieros mundiales deberían ser escuchados solamente cuando pidan disculpas."

parece que han empezado a disculparse, por lo menos los del FMI, que es donde están los mejores, echando, de alguna manera, piedras sobre su propio tejado. ¿Se disculparán también los no tan buenos pero sí más listos, que pueblan las otras instituciones financieras, públicas y privadas, por supuesto, de tanto daño como están haciendo?
Me gustaría verlo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Piedras de Molino

Encrucijadas de la vida... y de las otras vidas. 

Hay una ciudad en Tejas en la que una acequia conduce el agua a un molino hecho seguramente por paisanos nuestros hace unos trescientos años, para proveer de harina, de maíz y para hacer tortillas seguramente, a una de las cinco misiones que se construyeron en San Antonio, en Tejas, a principios del siglo XVIII. La Misión se llama San Francisco de la Espada, es la más pequeña y humilde de todas, en un barrio pobre y sigue abierta al culto católico, como otras tres de las cinco. La quinta está abierta a otro tipo de culto y se llama El Alamo. Pero esa es otra historia... 

El molino tiene esas rotundas piedras que han justificado el dicho de “hacer comulgar a alguien con ruedas de molino” como equivalente a querer engañar a alguien y que acepte como ciertos argumentos difíciles de digerir. En tiempos como estos, de ríos revueltos llenos de pescadores ventajistas, ese parece ser el deporte nacional. Y la historia que sigue, desde luego difícil de entender desde una perspectiva puramente racional como la que uno humildemente trata de mantener, es poco verosímil pero bien cierta y no tiene por objeto engañar a nadie ni beneficio alguno me reportará contarla. Pero es de esas cosas que le pasan a la gente cuando ha vivido unos cuantos años y no queda otro remedio que contarlo. Y en estos tiempos en que la realidad diaria es tan grosera, a lo mejor los recuerdos nos ayuden. Pero vayamos con la historia …

Todo el recinto de la Misión de la Espada y sus dependencias forman parte de un parque federal protegido y en su límite oriental hay una vía de tren, que discurre por su arrecife, algo elevado sobre el nivel de una calle paralela que, en un punto dado, acaba y desemboca, cruzando la doble vía hacia la izquierda, en otra calle en ángulo recto con la primera y que está en ligera pendiente de subida desde las vías. El paso a nivel, sin barreras, parece uno de esos boldos que tanto gustan aquí y que tan mal se construyen, de modo que en ese paso sería fácil que cualquier coche se “calara” sobre todo si el conductor no esperara tanta dificultad.

Hace muchos años, según se cuenta en la ciudad (unos dicen que un coche con una familia y sus tres hijos pequeños, otros dicen que un autobús escolar con diez niños y el conductor) un vehículo se quedo bloqueado en ese cruce y un tren arrolló a los ocupantes. En la ciudad se dice que si dejas tu coche parado y en punto muerto sobre las vías, mirando hacia la calle que sube ligeramente, el coche se desplaza sólo y suavemente hasta salir de las vías. Yo viví unos años en esa ciudad, hace ya quince años, y me llevaron al sitio e hice la prueba. Y funcionó.
Y casi cada día alguien va a la zona, bastante despoblada por cierto, y lo comprueba. Y se dice en la ciudad que algunos ponen talco en los coches y luego se ven huellas en la trasera de los mismos. Y la gente del barrio afirma que desde el accidente (que sitúan en los años cuarenta) aquellos niños ayudan a los coches que se detienen allí, empujándolos fuera del cruce. Y se dice en la ciudad que de esos “ángeles de la guarda” serían las huellas que aparecen.
Esta es una de las cosas, entre otras que ya contaré cuando se tercie, más difíciles de creer y que he tenido la fortuna de vivir. Y como ocurre con las otras, no me molesto mucho en convencer a nadie, primero porque yo mismo no estoy convencido de nada, y segundo, porque tengo suficiente con la satisfacción de haber experimentado algo de lo extraordinario que este mundo tiene y nos ofrece.

Para los incrédulos, como yo mismo, que quieran comprobarlo, ya he dicho la ciudad y los parajes: las calles son Villamain (seguramente corrupción de Villamanín, pues la ciudad entera está llena de calles con nombres españoles, Merida – sin tilde, claro – o Guadalupe, entre ellas) que es la paralela a la vía, y Shane Street (algunos dicen que así se llamaba uno de los niños...), que es la que empieza en el cruce con las vías.

No son ruedas de molino, son piedras de unos hitos que merecen ser recordados. Una reproducción de la Misión Espada está colocada donde le corresponde, en un agradecimiento indefinible que le mantengo por otras ayudas, mucho más serias, que recibí en aquellos tiempos. El coche me lo traje y está en Extremadura también. Quince años hace que volví y todavía, sobre la algo desvaída pintura de la puerta trasera de la ranchera, aún creo ver la huella que unos deditos dejaron aquella tarde...

Continuará.


Andrés Holgado Maestre, en Mérida y Febrero, 2011