lunes, 30 de julio de 2012

Piedra angular: China-Estados Unidos




El mundo es una pecera: Re-equilibrando la economía global

He traducido y comentado este texto, cuyo autor es un relevante analista chino, por considerarlo importante, tanto por la relevancia de la persona que lo escribe dentro de la estructura política de China como por su propio contenido que tiene un valor didáctico notable por la concisión y belleza formal de los argumentos y por el dominio que denota tanto de la economía clásica como del lenguaje de los modernos teóricos de las disciplinas conexas con la economía. Espero reflejar correctamente el espíritu del escrito:

Comienzo de la traducción.

Un chiste popular en estos tiempos en China va de una anciana china y otra americana que se encuentran en el cielo. “Justo antes de morir, conseguí al final comprar una casa” dijo la señora china. La americana le respondió “Justo antes de morir conseguí terminar de pagar mi hipoteca”.
Aunque el chiste abuse de los estereotipos de americanos gastosos frente a chinos frugales, la historia ayuda a explicar de que modo una economía mundial desequilibrada ha perdido sus raíles. 
 Hay dos dimensiones de esta crisis que la distinguen de anteriores disrupciones y explican su persistencia. La primera es la paradoja del crédito, que simultanea el dinamismo y la desestabilización. La expansión y el dominio de unas finanzas globales abrieron la puerta para una acumulación de capital y una abundancia material mucho más rápidas, pero al mismo tiempo sembraron las semillas de la crisis. En los Estados Unidos, las políticas monetarias relajadas y una ingeniería financiera esotérica dio a los consumidores un fácil acceso a lujos tales como viviendas más grandes, mejores coches o más vacaciones, incluso aunque no tuvieran ahorros.
Un exceso de crédito en los países ricos que llevó a un exceso de producción en los países emergentes y orientados a la exportación como China o Brasil. Estos desequilibrios han tenido efectos negativos en ambos lados. En el Oeste, las manufacturas se han ido vaciando durante décadas al migrar los industriales sus producciones a países en desarrollo donde el trabajo, el equipo y las materias primas son más baratas. Más aún, las clases medias se han reducido en la medida en que los retornos de unas economías dirigidas por las finanzas han fluido hacia los “gatos gordos” que controlan las palancas del crédito. En las economías emergentes, la urbanización y la industrialización han sacado a cientos de millones de la pobreza pero han provocado también un pesado peaje para el medio ambiente.
La segunda dimensión de la crisis es su naturaleza interconectada. El mundo no es plano; se está contrayendo rápidamente y puede concebirse como una pecera. La globalización explica por qué los bandazos de un pez pequeño como Grecia, que representa el 2,3% del PIB de Europa, ha amenazado con hundir a todo el continente. También explica el juramento de un granjero chino que conozco, en una remota montaña de la provincia de Anhoui. Antes de la crisis, las plumas de un solo ganso se podía vender por 13 yuanes (unos 2 US$) pero tras la misma la misma cantidad de plumón se vende por menos de 7 yuans. El hijo del granjero, trabajador emigrante, fue despedido de una fábrica después de que muchos pedidos del extranjero fueran anulados.
En los 70 y los 80, países como China o India comenzaron a reformar sus economías mientras que las TI revolucionaron la producción y la comercialización. Pero el boom global que se produjo, con rápido crecimiento y baja inflación, no puede reproducirse ahora. La economía mundial no ha encontrado una nueve fuente de energía (momento) desde que se produjo la explosión de la burbuja de Internet en el 2000. En su lugar, las instituciones financieras, los gobiernos y los consumidores trataron de conseguir prosperidad mediante endeudamientos masivos y y préstamos, la mayor parte para vivienda. Ahora, los crecientes costes del trabajo y de los recursos, la creciente presión de la inflación y las grandes deudas soberanas existentes han hecho que las políticas fiscales y monetarias sean menos efectivas.

¿Que se puede hacer? En primer lugar, no podemos esperar que el neoliberalismo – privatizaciones, desregulación, comercio libre – vaya a resucitar el crecimiento. La paradoja del crédito es solamente en una pequeña parte una crisis financiera: es una crisis de fe, una crisis en que nos llama a dar un giro desde una economía centrada en el capital para centrarla en las personas. Del capital no puede esperarse un autocontrol. Para prevenirlo de que llegue a hipotecar el futuro de la humanidad, los gobiernos tienen que rechazar las políticas del laissez-faire. La “mano visible” del gobierno es necesaria para gestionar los mercados, reparar o reconstruir los sistemas reguladores y embridar los comportamientos imprudentes. Los gobiernos deben animar a los empresarios a que inviertan en la economía real, para promover la innovación tecnológica y la creación de puestos de trabajo, y no en la especulación y el beneficio abusivo.
En segundo lugar, las economías más grandes del mundo – Estados Unidos, China, la Unión Europea – tienen que mejorar su coordinación en las políticas macroeconómicas, al igual que en la regulación y el comercio, y resistir a las tentaciones del proteccionismo.
En tercer lugar, deben restaurarse estos equilibrios: entre el sector financiero y la economía real; entre las demandas domésticas y del exterior; entre los países desarrollados y en desarrollo. China se ha movido en la dirección de estimular el consumo doméstico en vez de confiar solamente en las exportaciones.
La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial fueron seguidas por revoluciones en los sectores aeronáuticos, en la energía nuclear o en la exploración espacial. La crisis del petróleo del 73 fue seguida por la revolución de las tecnologías de la información. Solamente un incremento de la innovación en ciencias y tecnologías puede promover la productividad y eventualmente conducir el mundo hacia la salida de esta crisis.
Mientras que resulta crucial para Estados Unidos y China acelerar su propio desarrollo, ambos necesitan también reforzar su cooperación en comercio, inversiones, finanzas, infraestructuras, tecnología y otros campos. Las dos economías se han convertido en altamente interdependientes; en 2011, su comercio bilateral alcanzó los 450 mil millones de US$.
Las fricciones son difícilmente evitables, pero lo que importa es que ambas partes manejen sus diferencias mediante la coordinación que debe basarse en la igualdad y la comprensión mutua. Sólo reconociendo nuestra extrema interdependencia podremos conseguir que el “efecto pecera” funcione en favor de la humanidad y no contra ella.


Fin de la traducción.


Li Congjung es el presidente de la Agencia de Noticias Xinhua, oficina oficial de prensa de la República Popular China. El texto se publicó en el NY Times, el 17 de Julio de 2012.

Por la traducción:
Andrés Holgado Maestre. Sociólogo


En Mérida (España) y julio de 2012
http://extremenian.blogspot.com



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