martes, 21 de enero de 2014

Por una Mayoría Constituyente; primera piedra: Constituirse.


Por una Mayoría Constituyente:


Los temas que voy a abordar los he ido desgranando anteriormente en otros trabajos (1) por lo que intentaré aquí sistematizar y resumir la propuesta que vengo haciendo (con poco éxito, naturalmente) de  constituir alguna nueva estructura política que pueda contribuir a resolver problemas que están, a mi juicio, desbordando la capacidad y la voluntad de los protagonistas políticos existentes hoy. La tesis de partida es que el Estado español está al borde de la quiebra. Y ello ha de preocuparnos. El Estado español surgido de la transición arrastra fortísimas connotaciones
autoritarias cuando no anti-democráticas procedentes de su inmediato antecesor, el Estado franquista, que históricamente se había encargado de configurar el propio concepto de Estado “moderno” durante la posguerra, (toda vez que a la República se le hurtó violentamente la posibilidad de la modernización de las estructuras caciquiles preexistentes), ese Estado, en cuya Constitución de 1977 trató de plasmar principios éticos y convertirlos en una realidad moderna y operativa, no ha conseguido su propósito declarado en el Preámbulo.

Tras la pérdida del impulso reformista de los herederos “civilizados” del franquismo (UCD) vino el agotamiento de la reserva ética del socialismo español, que se produjo en dos fases, la primera por la corrupción galopante de los últimos años del felipismo y la segunda por la inanidad y falta de proyecto estratégico del zapaterismo, para concluir con un PP que (aunque puro franquismo sociológico, y por lo tanto con un fuerte componente “estatalista” inscrito en sus genes, eso sí, de un Estado que era “de su propiedad”) se preñó de neoliberalismo con Aznar y ha terminado siendo el dinamitero del Estado (y no sólo me refiero al “Estado de Bienestar”, que también) al privatizar todo lo que fuese susceptible de negocio (Telefónica antes, Ley del Suelo, o red ferroviaria y Ley de Costas, ahora) poniendo al país en manos de los estafadores y especuladores de toda laya, destruyendo incluso el equilibrio territorial.

El penúltimo episodio de esa entrega de España al capital (en la que han ido de la mano PSOE y PP, con sus excrecencias perifericas CiU y PNV, todos ellos beneficiarios de la degradación de la política española y “detentadores” del poder) ha sido la reforma express del Artículo 135, votada al alimón por los cuatro partidos, y que coloca a los banqueros como los dueños únicos y determinadores de las políticas de la nación. Todo lo que ha venido después es consecuencia de esa entrega de la hegemonía de la política al poder financiero. Se hace sólo lo que ellos quieran y con las condiciones y ritmo que impongan. Nos exppolian con impuestos y otras exacciones (precios “públicos”, le llaman) y los convierten en dividendos que invierten después donde les parezca, sin responsabilidad social alguna que les frene en la “búsqueda del beneficio”, tan aplaudida por los turiferarios del liberalismo, que se reparten entre el Congreso y la prensa.

El Estado español por tanto, o mejor dicho, el sistema de partidos de la transición, PSOE-PP-CiU-PNV,, está quebrado a causa de la corrupción y el neoliberalismo que se ha infiltrado en la “clase política” como si fuese un virus. Los problemas de la población han desaparecido o dejado de ser la prioridad para esos dirigentes, cuyo único objetivo es perdurar. Las encuestas del CIS demuestran un mes tras otro la quiebra completa de la confianza de la población en esos “políticos” (2).

Los neoliberales (Léase Aznar, Jaúregui o Artur Mas, o Cameron en la esfera europea, o los “neo-con” en Estados Unidos, por resumir en unos nombres estas posiciones ideológicas disfrazadas de “eficiencia económica”) intentan destruir tanto "estado" como les sea posible (para eso les pagan, y de mil imaginativas formas) de modo que los poderes financieros nacionales y multinacionales (el capital, efectivamente, no tiene fronteras hoy) pueda actuar sin cortapisa estatal alguna (200 países hay en el mundo y 190 de ellos son más pequeños que muchas entidades financieras. De eso también se trata, cuando se habla, por ejemplo, de Cataluña o de Kosovo). Si además en ese proceso de desmembramiento de los Estados pueden quedarse para sí o para otros agradecidos socios, con aquello que pueda ser susceptible de negocio, sea esto la educación, la sanidad, el agua o las basuras, esquilmando a la población con impuestos y exacciones por todas partes, mejor que mejor. Hasta la seguridad se privatiza, en un proceso de mercenarismo no desconocido en otras épocas.

El Estado ha sido siempre “denunciado” por las corrientes críticas por ser un “instrumento de clase” desde el siglo XIX, pero defender el Estado “hic et nunc” (frente a las posiciones ácratas que aún perduren en algunos pensadores) es un deber de cualquier ciudadano honesto: el Estado es un instrumento racional-legal que supone un avance objetivo respecto de los absolutismos o de la arbitrariedad de los poderosos. Este concepto permitió incluso el prematuro intento del “estado proletario” que la URSS intentara y que supuso el cambio completo del mapa geo-político mundial. Sin el avance social que logró el Estado soviético, esa zona de la tierra hubiera seguido sumida en la servidumbre. Precisamente fue su éxito inicial el que provocó la reacción nazi-fascista que supuso el fortalecimiento a su vez del concepto de “Estado-fuerte” del que se nutriera la propia España franquista y la aparición de la respuesta keynesiana en "Occidente" para paliar las carencias del entonces fallido “Estado liberal”. La persistencia del modelo de capitalismo estatalizado que supone China, o la India, sociedades mucho más estructuradas que la Rusia zarista viene a confirmar este aserto: el Estado es necesario y socialmente útil; Millones de personas (800 millones en China entre 2000 y 2010) han superado el umbral de la pobreza, algo que nunca habría ocurrido sin la existencia de esos Estados fuertes que han impedido que el neocolonialismo siguiera imponiendo sus normas en esos gigantescos países.
El Estado es necesario y conveniente para proteger a las poblaciones más frágiles frente a los abusos que siempre pretenderán los poderosos, con tal de mantener sus posiciones. Por eso hoy tenemos que defenderlo y habrá de ser así por luengas décadas: El hombre capaz de ser libre y bueno (el ideal ácrata) por si mismo y sin coacción externa, está lejos de nacer.

Ciñéndonos a la Europa y a la España de hoy, el Estado es un patrimonio de la sociedad y no una herramienta de los capitalistas. Defender ese concepto de Estado es la tarea que debiéramos acometer hoy los llamados “progresistas·. Los capitalistas armados de falacias neoliberales recuperadas quieren acabar con el Estado (o manejarlo a su antojo) para poder campar a sus anchas y el pueblo, el común, tiene que apoderarse democráticamente de esa poderosa herramienta e impedir sus planes, que existen claramente y se vislumbran cada semana en las decisiones que adoptan o proponen.


Para conseguir neutralizar a esas fuerzas (algo muy difícil, pues se enmascaran entre ellas muchas personas del “horizonte ideológico progresista” (por llamarle algo) del sistema vigente, lo que dificulta su identificación para muchas personas de buena fe) es preciso constituir una alianza o bloque o serie de círculos sociales o redes o mareas o como se quieran llamar, que se consoliden como una mayoría social capaz de imponerse democráticamente (acaso la violencia, quiero soñar, ya pueda desterrarse de la política...) a los aparatos de unos partidos obsoletos pero aún eficientes en su tarea, entre otras cosas porque tienen el riego financiero asegurado que les suministran sus amos, los bancos.

Cualquier organización que se nutra de fondos “ofrecidos” por esos buitres será siempre pasto de sus maniobras. La mayoría que debe constituirse (que sociológicamente existe, aunque orgánicamente no) debe financiarse exclusivamente con los propios medios de sus integrantes y vigilar cualquier intento de hegemonía o infiltración por parte de esos enemigos del pueblo ciudadano. El capitalismo especulativo-financiero es una excrecencia innecesaria del capitalismo y debe desaparecer, por lo que nutrirse de ellos sería igual que convertirse en zombies, paralizando esa organización antes de nacer siquiera.

Los neoliberales han decretado “Delenda est el Estado de Bienestar” pero el Estado (todo Estado) es nuestro y no podrán con todo el pueblo. Pero, ¿cómo nos constituiremos? Las elecciones europeas, en las que España es una sola circunscripción, permitiría la emergencia de nuevas opciones políticas que puedan desplazar a los que están ayudando a los neoliberales en el proceso de destrucción de nuestro patrimonio, el Estado. Estas elecciones son una ocasión para constituir esa mayoría con vocación y capacidad constituyente.

Y en este punto hay que incidir en un asunto “colateral” de extrema actualidad: la Unidad de España. Esta es, por las misma razones que he usado para “el Estado” una NECESIDAD DEMOCRATICA, porque su desmantelamiento contribuiría a expoliar “más y mejor” a la población y a que se escabulleran de sus responsabilidades una buena parte de los políticos corruptos que nos han llevado a esta catástrofe social en la que millones de personas no tienen perspectiva alguna. Defender la unidad de España, como hago con vehemencia, es por convencimiento y no tiene nada que ver con ideologías fascistoides trasnochadas: Pienso en el porvenir de mis hijos y de mis nietos, que merecen una nación mucho más amable, potente y moderna que la que me recibió a mí, poco después de aquellos “años del hambre”... Una España libre y grande, porque le corresponde y lo ha sido y porque una verdad no deja de serlo porque se la quiera apropiar nadie: Una España capaz de integrar todas sus partes y sus energías, porque así lo exige una cultura que conformamos, la hispana, que es UNA de las más grandes del mundo en todos los sentidos y que es nuestro patrimonio principal. Y yo no quiero que me lo roben, ni a mí ni a los que vienen detrás Sobre esto también habrá que ponerse de acuerdo, para que aquí no sobre nadie, excepto los parásitos insolidarios que conforman el grupo de los oligarcas.

Hasta aquí una vez más me he extendido, esperando que se entienda la propuesta y que en algo contribuya a desbrozar el camino de zarzas que atravesamos.

En Mérida y Enero de 2014.


Andrés Holgado Maestre


1 Generalmente publicados en “El Periódico de Extremadura” sección “Artículo del Día”, a lo largo de los últimos tres años, y en mi propio blog en diversas entradas: “El capitalismo en crisis global “, “Otro hachazo para Extremadura”, “Partidos Obsoletos”, “Retomar la senda del derecho”, “Lllamamiento a los ciudadanos europeos” y otros que no detallo por razones de espacio. Todos los que de una u otra forma me han leído en esos espacios o en las redes sociales saben que el tema de la debilidad de las estructuras políticas en España y su posible y necesaria regeneración, me preocupa, y mucho.

2
Acerca del papel de otras instancias “no-políticas” en el Estado de hoy, ver “Dialéctica de los poderes” en mi blog: El poder judicial está fuertemente condicionado por el ejecutivo y la prensa u otros poderes están también en situaciones subordinadas o mejorables, desde una perspectiva democrática. Respecto de la “Corrupción”, se ha convertido en la segunda causa tras el paro, de preocupación de los ciudadanos; los “políticos” son la tercera. (Ver Barómetros del CIS).


(*) Podría haber elegido brujas o fusilamientos, o a Saturno devorando a sus hijos... Todo Goya es España, pero en estos momentos me parece que este perro que no sabe que hacer, salir de la ciénaga o hundirse para siempre entre las dunas, me parece la mejor metáfora de una España sin pulso...

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