Corrupción en España: ¿Causa o consecuencia?
Hace
pocos días, el 4 de Mayo, El New York Times, que presume, con
razones fundadas, de ser el periódico en el que se publica todo lo
que merece ser publicado, incluía un excelente artículo de una de
sus redactoras, Suzanne Daley, con un título llamativo: Los millones
de una Alcaldesa de un pueblo como “Prueba A” de la corrupción
en España” (1).
En el hace una exposición muy ponderada sobre los casos que se han
venido dando, como el de La Muela, que sirve de hilo conductor, que
no encuentran un recorrido fácil para resolverse judicialmente, y
que están haciendo que la población pierda progresivamente su
confianza en el sistema político español. Llega a afirmar que, más
allá del amargo resentimiento que todos estos casos (más de 1000
actualmente en los juzgados) están provocando en unos ciudadanos que
sufrimos los recortes de las así llamadas “políticas de
consolidación fiscal”, recortes o reducciones de uno otro tipo en
los gastos o aumentos absolutamente desproporcionados de tarifas, aún
“veremos más, como consecuencia de una estructura política en
España que pone un gran poder en manos de los políticos locales.
Muchos de ellos pueden otorgar contratos o reclasificar terrenos con
poca o ninguna consulta pública”.
Aparte
de los detalles que se dan en el artículo y de denunciar cómo los
casos son tantos que los periódicos ya se limitan a hacer un listado
en vez de analizarlos en profundidad, esa afirmación entrecomillada
y otras similares (“La corrupción NO es la causa de la crisis de
la euro zona” algo que comparto por completo pero “dificultará
que estos países -Italia, Grecia, España...- puedan refundarse como
'sociedades modernas' con economías competitivas y eficientes” que
también comparto, pero con matices que quisiera aportar:
Ciertamente,
creo que la corrupción NO es la causa de nuestro
mal sistema de gobierno (afirmación
que espero aclarar suficientemente luego (2))
pero tampoco es algo anecdótico como quieren aparentar algunos
comentaristas de la política que no se distinguen por hacer análisis
muy profundos, al hilo de la actualidad. Tampoco convendría
simplificar la cuestión como acaso Daley pueda hacer sin
pretenderlo, al ceñir a la “administración local” ese potencial
de corrupción. El problema, acaso no sean las autoridades sino los
ciudadanos mismos. Me explicaré:
Llevamos
en España casi 40 años ya de democracia representativa y formal (de
aquella manera) que hay que contraponer a 400 años de absolutismo
incardinado en nuestra propia esencia como pueblo. La corrupción,
desde mi punto de vista, NO es la causa sino la consecuencia de este
hecho: la falta de actitudes democráticas en la población y por
tanto en sus representantes, siendo el propio sistema judicial un
espectador casi pasivo en esa situación. La herencia del absolutismo
es la falta radical de confianza en un poder que siempre ha tendido a
la arbitrariedad y al castigo de cualquier manifestación crítica
por parte de los siempre siervos aunque devenidos ciudadanos por
gracia de la Constitución de 1977.
Pero
ciudadanos que viven y se comportan con miedo a la libertad; en un
entorno de falta de transparencia y de motivación para fiscalizar a
sus representantes, incluso aunque las leyes les permitan hoy esa
participación y esa fiscalización. Es la falta de la vivencia de la
democracia y de la asunción general de que TODO lo PUBLICO es de
TODOS y por lo tanto, MIO, la que hace que se considere lo público
como algo de “los que mandan” y se renuncie ya de entrada a
ejercer el papel de CIUDADANO. Esta actitud de acercarse al “alcalde”
con la gorra en la mano y la cabeza agachada es la que hace que
puedan, en España, convertirse en “clase política” unos
personajes que de Política saben tanto como los españoles de
democracia... Es decir, muy poca cosa. Pero tardan minutos, tras ser
electos, para autodenominarse “políticos” con un empeño digno
de mejor causa.
Igual
que “el ojo del amo engorda al caballo”, la vigilancia
democrática de los ciudadanos haría imposible, si se diera, el
latrocinio impune al que nos tienen acostumbrados.
Habrá
quien piense que exagero, pero bien quisiera yo equivocarme. Mientras
pensemos que “eligiendo a otros” será suficiente, no
alcanzaremos el status de ciudadanos plenos que nunca hemos logrado
adquirir.
Andrés Holgado Maestre. En
Mérida (España) y Mayo, 2013.
1 Suzanne
Daley, “Small Town Mayor's Millions as Exhibit A on Graft in
Spain, New York Times, Mayo, 4, 2013
http://www.nytimes.com/2013/05/05/world/europe/in-lean-years-after-boom-spains-graft-laid-bare.html
2 Un
sistema que modifica su Constitución de la noche a la mañana, con
opacas o falsas “explicaciones” a los propios Diputados no puede
ser considerado “bueno”. Un sistema político que recibe la
repulsa, un mes tras otro, en las encuestas del CIS no puede
considerarse bueno; Un sistema, en fin, que tiene en el desempleo a
uno de cada tres personas que pueden y quieren trabajar, no es
bueno.
Hace meses ya que escribí esto y los hechos cotidianos vienen a darme la razón... Desde Andalucía a Navarra, pasando por Baleares o Galicia (y con Madrid en el ojo de la "tormenta") no hay día que no venga con su carga de mammoneos...
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