Oy
comamos y bevamos; y cantemos y holguemos; que mañana ayunaremos...
La
otra tarde estuvimos cantando en La Asamblea
de Extremadura (que no es lo mismo que dando el cante) un concierto
que “del Fin del Mundo” se intituló. Según cantábamos esta
pieza de Juan del Enzina (1.468-1529) reflexionaba yo sobre algunas
cuestiones que son de actualidad hoy, cuando
tanto
se habla de austeridad y tan poco de reciprocidad.
Juan
del Enzina fue un hombre de su tiempo y su monumental obra no hubiera
existido sino fuera por su sensibilidad hacia el mundo que le
rodeaba. Coincide en el tiempo con los inicios de la Reforma (en
otras zonas de Europa, claro...) en la que se defienden las virtudes
de una vida austera
y alejada de la ostentación y el despilfarro tan típico (según las
malas lenguas, sin duda) de nuestras costumbres. Poco
después se desencadenaría la Contrarreforma
en la que tan importante papel jugara España.
Pero
cuando el maestro escribe esto, la alegría de vivir y el no guardar
para mañana otra cosa que los sacrificios (la procrastinación,
podría decirse, con esa palabra tan precisa y que no nos es
familiar, obviamente, porque solemos dejar para mañana mirar el
diccionario) era la ley de la tierra. Comamos, bevamos tanto, hasta
que nos rebentemos, que mañana ayunaremos... Hasta los latiguillos
que puso de moda hace unos meses otro Juan en la televisión
mantienen esa idea: Hoy, no; mañaaaaana.
De
modo que yo pensaba mientras cantaba que el “espíritu español”
estaba reflejado magistralmente en la pieza del maestro, como en las
cuentas del Gran Capitán o en el desafío del Tenorio. Vino y
mujeres hasta que se acabe el duro, decía un viejo amigo mío, que
tenía una “biblioteca circulante” en
Madrid, cuando los libros y los tebeos todavía circulaban.
No
resulta raro entonces que la gente se resista ahora también, cuando
nos demandan austeridad sin que veamos a veces tanta decencia como
solían tener los reformistas, ya que los banqueros, del norte y del
sur, se han vuelto no ya tacaños (que va de suyo) sino usureros y
especuladores, contra toda enseñanza moral de cualquier credo.
“Toma
y daca” es la expresión común que se usa para denotar un trueque
de cosas o servicios con mutuo beneficio o daño. “Toma y dame acá”
parece
ser el origen del dicho. Pero el maestro sabía muy bien lo que
quería decir. Una de las últimas estrofas dice: “daca,
daca,
beveremos; que mañana ayunaremos.” Nada
de reciprocidades, tu dame, que yo ya yo ya me apañaré. Lo del
“Toma” lo dejaremos en la acepción de beber con la que se sigue
usando en México... Magistral Juan del Enzina.
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