Cuento de Navidad en la sabana (Casi en Moraleja, pero sin llegar...)
La
ñu que perdió el olfato
El
Masai se sentó en la piedra que se asomaba a la sima en la
que el oscuro río dividía la llanura en dos a la vez que servía de
morada a los reptiles sarnosos que se alimentaban de los incautos
animales de la prey vegetariana que lo cruzaba cada poco. No tendría
que esperar mucho para poder conseguir un buen pedazo de carne tierna
que usaría para hacer biltung y aguantar durante sus largas
caminatas... A aquella pobre ñu que se debatía enganchada en los
cuernos del extraño animal extraviado no le quedaba mucha vida...
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Connochautus taurinus |
La
elegante ñu, tan diferente a las demás, con sus crines color beige
en vez de las negras cerdas que tenían sus colegas de rebaño
adornando sus hermosos belfos, era infeliz: su nariz tan esbelta y
bien dotada por natura, había perdido la sensibilidad y la finura a
la hora de detectar aromas, a fuerza de ir olisqueando y devorando
las flores del mal que se empeñaba en buscar cuando marchaba siempre
lejos del rebaño y sus trillados caminos. Ella era otra cosa y tenía
que demostrarlo cada día...
De
modo que su deteriorado olfato la engañó otra vez y se emparejó
con un extraño animal que olía como un ñu de toda la vida pero que
no lo era. El extraño animal la empujó hacia lugares inhóspitos y
ocultos donde la ñu no pudiera hacer otra cosa que servirle a él,
para separarla de su rebaño, tan extraño para sus ínfulas, y lo
consiguió. Pero no pudieron evitar quedarse trabados en la infame
cornamenta que ese animal soportaba, tan distinta de los elegantes
cuernos de la ñu, por lo que se quedaron clavados en el fango del
río, no pudiendo soportar más el peso en sus cabezas, hasta que
ambos murieran tragando barro y sus propios vómitos. Se equivocó en
su elección la ñu. Pero no pudo evitarlo. Aquel animal tenía
encantos irresistibles para ella: era diferente y eso le importaba
mucho. A lo lejos, en la sabana, dos crías de ñu llamaban sin éxito
a su madre.
El
Masai los descubrió debatiéndose en la sima de la que ya no
saldrían. Había visto mucha estupidez el Masai en sus largas
marchas por el mundo y los ñues no eran su plato favorito, excepto
para hacer biltung. De modo que los dejó trabados y barritando
horriblemente en el fondo de la sima. Ni siquiera le extrañó ver en
medio de la sabana a un buey almizclero copulando con la ñu mientras
ambos se asfixiaban. El mundo daba muchas vueltas y él mismo también
había estado en Canadá...
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Bullmoose canadiense |
De
modo que permaneció cayado en ristre, deteniendo su camino y al
borde de la sima se sentó a esperar, tirando distraídamente piedras
sobre los cuerpos que se debatían en la sima que ellos mismos habían
elegido como tumba. Las gacelas de Thomson eran mucho más elegantes
y no tenían esa descomunal nariz ni tanto cuerno. “Ella eligió y
se equivocó...” murmuró el Masai, “que no se queje ahora. ¡Mira
que confundir a un alce con un ñu!”. Se quedó esperando, que esas
carnes en otoño serían buenas para orearlas. “Sic transit!”
dijo el Masai, que había aprendido hasta latín en sus viajes.
Hombre prevenido el Masai, que ya no se preocupaba del color de las
crines...
Andrés
Holgado Maestre. En Mérida
(España) y Diciembre,
2012.